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16/09/09

Escuela y seguridad

"Me había amenazado con esperarme a la salida del instituto aunque no le di mayor importancia. Pero, cuando terminaron las clases y traspasé la puerta del centró, vi con horror que estaba allí. Y no estaba solo, le acompañaba un grupo de chicos a la mayoría de los cuales yo no conocía porque eran de otro centro. Todos se colocaron al lado del coche al que me disponía a subir y comenzaron a golpearlo al tiempo que me lanzaban toda clase de insultos». Este es el relato de un profesor de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) -Mateo- que lleva 25 años dedicado a la enseñanza.


«El alumno de 4º de la ESO que trató de amedrentarme con la ayuda de sus «colegas» es un estudiante y perturba la actividad de la clase con excesiva frecuencia», comenta Mateo, quien acaba de reincorporarse a su trabajo «no con demasiado entusiasmo».
Entre las dificultades que los docentes encuentran para dar clase destacan falta de atención, desinterés, escaso o nulo esfuerzo, ausencia de objetivos académicos y hasta vitales. Y ante este panorama, no pueden exigir demasiado porque los estudiantes desconocen la cultura del esfuerzo y no reconocen la autoridad del profesor.
¿Cómo recibe este docente la propuesta de la Comunidad de Madrid de otorgar a los profesores la condición de autoridad pública? «Creo que es una iniciativa esperanzadora porque nos permitirá trabajar más tranquilos y con la colaboración de los padres», responde Mateo.
Los padres agresivos
En Primaria son los progenitores quienes protagonizan más acciones violentas, físicas o verbales, mientras que en los niveles educativos superiores la iniciativa parte de los propios alumnos.
«Sé dónde vives. Ten cuidado y mira por dónde vas porque puedes sufrir un accidente», les espetó un alumno repetidor de ESO a su profesor, Aarón. «Voy a por ti, te voy a hundir». «Voy a denunciarte por agresión y abusos o por cualquier otra razón, te voy a hacer la vida imposible, a ti y a tu familia, te voy a rajar». Estas lindezas minan el ánimo de los hombres y mujeres que, con una inequívoca vocación profesional, intentan pasar por alto estas situaciones.
¿Y qué hacer? «Se levantan, lanzan improperios contra mi persona y cada día se me hace más difícil seguir. No hago más que pensar en esta situación y apenas duermo».
En ocasiones, cuando los profesores intentan frenar el acoso y la violencia o reorientar las conductas de los escolares más conflictivos, entran en juego los padres, que les amenazan con denuncias por maltrato físico o psicológico a sus hijos e incluso por abusos. «Me siento mal -confiesa Adriana y me gustaría tomar alguna decisión ahora que comienza el curso, pero me veo incapaz de hacerlo?»
¿Por qué? «Poco antes de vacaciones unos padres me pidieron una entrevista para hablar sobre su hija, alumna mía de Primaria». Eso era al menos lo que pensaba Adriana, porque la conversación se convirtió en algo «desagradable, ofensivo y amenazante».
«Sin dejarme abrir la boca -prosigue- me insultaron y se me acercaron gritándome, me arrinconaron y levantaban la mano en tono amenazante». Y todo porque la niña, a la que la profesora recriminó por comer el bocadillo en clase, había contado a sus padres una versión de los hechos según la cual la docente le había prohibido tomarlo en el recreo.
«Soy profesora de un centro de Primaria y sólo tengo ganas de llorar», asegura una maestra de Primaria (Delfina). «Suelo conectar bien con los padres de mis alumnos pero en esta ocasión, una madre me ha propinado una bofetada por llamar a su hijo la atención ante su actitud agresiva hacia sus compañeros».

fuente: http://nosehabladeotracosa.blogspot.com/

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